A 10 años de la desaparición de 43 normalistas en Ayotzinapa, padres y estudiantes siguen en la lucha

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Este 20 de septiembre, estudiantes normalistas lanzaron petardos y quemaron una camioneta frente al campo militar número 35, en Iguala, Guerrero, como parte de la jornada de lucha por sus 43 compañeros desaparecidos hace diez años en Ayotzinapa.

Iguala, Guerrero. A bordo de 18 autobuses, cerca de 700 personas, entre estudiantes de escuelas normales de Guerrero y de otras entidades, se trasladaron desde la escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos hasta este municipio, donde denunciaron la participación del ejército mexicano en la desaparición de los estudiantes el 26 de septiembre de 2014.

El contingente fue encabezado por los padres y madres de los 43 estudiantes y acompañado por organizaciones sociales y miembros de la Federación de Estudiantes Socialistas Campesinos de México (FESCM).

Después del mitin protagonizado por los familiares de los estudiantes desaparecidos, jóvenes encapuchados lanzaron artefactos explosivos de fabricación casera contra las instalaciones militares.

No pierden la esperanza

El 26 de cada mes, de cada año, durante 10 años, Clemente Rodríguez, acompañado de su esposa y de los demás familiares de los estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa, ha marchado por Ciudad de México exigiendo respuestas.

El padre de Christian Rodríguez, un joven de 19 años apasionado del baile folclórico que acababa de ingresar a dicha Normal Rural, lleva en el cuerpo múltiples tatuajes que se ha ido haciendo durante los años de lucha.

Primero se dibujó una tortuga, símbolo de la escuela de maestros rurales donde estudiaba, que tiene otra tortuguita en el caparazón. Luego a la virgen de Guadalupe, patrona de México, con el número 43. Después vino el tigre, la fuerza de su pueblo, y una paloma, la esperanza.

Es “para que si mi hijo llega mañana, sepa que le estuve buscando”, explica este hombre que ha pasado la última década rastreando pistas, escudriñando expedientes, lanzando gritos en las marchas y lágrimas a solas en su huerta. Del joven solo se ha encontrado un hueso del pie. Sus padres no aceptan que ahí termine su búsqueda.

La tenemos muy difícil, muy difícil”, reconoce Rodríguez.

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