El lunes se inauguró el módulo de la fiscalía anticorrupción, sin embargo, el alcalde no denunciará a sus predecesores, a pesar de las irregularidades que él mismo ha señalado.
“Nos dejaron solo 7 patrullas”, “la corrupción se fue y no va a volver más”, “Los malos tiempos han quedado en el pasado”, “Fueron 12 años de malas decisiones, hechas por personas con intereses mezquinos”, todas estas frases son vacías y las dijo el alcalde vallartense.
Empoderado, echado para adelante y arropado por su grupo cerrado, Arturo Dávalos lanzó varios dardos en la inauguración de la oficina anticorrupción, el pasado lunes, pero lejos del discurso, en la acción, ese valor desaparece de manera dramática.
¿Por qué Dávalos señala todas estas irregularidades y no las acompaña con denuncias contra quienes resultes responsables por los desfalcos al erario?
¿Por qué Arturo dice pagar los platos rotos de los anteriores a él y no aprovecha la coyuntura para denunciarlos?
El sistema de riego de 12 millones de pesos que nunca funcionó, los 50 millones que se tuvieron que pagar a FONACOT que se descontaron a los trabajadores pero nunca se reportaron a la financiera, los predios vendidos a precios de risa, el arrendamiento millonario de las patrullas, el contrato leonino con Proactiva que generó un pago de 222 millones de pesos…
Tantos casos, tanto desfalco, tanta oportunidad, pero el alcalde de Puerto Vallarta no se atrevió a pasar del discurso al hecho, ¿miedo? ¿desinterés? ¿indiferencia? Si dice amar a Vallarta, ninguno de estos atenuantes lo debió detener.
Tiene Puerto Vallarta un alcalde bueno para hablar, pero muy limitado para actuar en consecuencia y mientras no se atreva a denunciar a quienes han sangrado las finanzas del municipio, es un cómplice más de la corrupción.
