Por: Milton Colmenares.
Un día como hoy, pero hace 2 años, se registró una de las caídas más estrepitosas del Priísmo Vallartense. Aquel 7 de junio de 2015 marcó un antes y después en la forma de hacer política del partido oficial, sin que eso garantice su regreso al poder.
Desde las 8 de la mañana de ese domingo la gente salió a las urnas, las movilizaciones no se hicieron esperar, la compra de votos se registraba en diversos puntos de la ciudad, sin embargo, en menor frecuencia que en otras jornadas de comicios.
Para las 11 de la mañana, veíamos al candidato Andrés González Palomera en los separos municipales. Exaltado y nervioso defendía a un par de jóvenes que fueron retenidos por pagar a la gente por la X al PRI. 2 horas estuvo ahí hasta que finalmente logró su objetivo.
Sin embargo, en una jornada electoral no puedes desperdiciar 2 horas para sacar de la cárcel a nadie y desde ahí comenzó la caída que, posteriormente, se confirmaría a las 21 horas.
Las urnas llenas, el conteo rápido realmente lo era y los primeros resultados se mostraban; Puerto Vallarta se daba otro baño de pintura naranja ante el asombro, no por la derrota Priísta, sino por la distancia tan grande entre Arturo Dávalos y el, a esa hora resignado, Andrés González Palomera.
Los medios de comunicación publicábamos resultados conforme fueron llegando al Instituto Estatal y de Participación Ciudadana, todos favorables a la causa naranja. Al mismo tiempo, en las oficinas del PRI, se convocaba a una rueda de prensa que resultó lastimosa para los afiliados al tricolor.
Cabizbajo, con ojos cristalinos y voz tenue, Andrés González Palomera declaraba, únicamente 3 horas después del cierre de las casillas, que era perdedor de la elección. El PRI sabía de su derrota antes que el Movimiento Ciudadano su victoria.
Lágrimas, abrazos y desilusión era el escenario de aquel encuentro que concretaba la caída de un gigante político y reafirmaba a otro.
Por otro lado, casi simultáneamente, integrantes del partido naranja se acumulaban en “La lija” y ponían a “enfriar la chela”. Camionetas cargadas de alcohol enlatado llegaban, bocinas, caballos, todo llegaba al lugar adoptado para los mítines y, por ende, la celebración.
La fiesta se prolongó hasta altas horas de la noche y con justa razón, un partido inexistente en el país ganaba por segunda vez consecutiva Puerto Vallarta.
Los 2 años entre esa fecha y hoy, muestran que las estructuras son puestas y derrumbadas por la gente “de a pie”, la que menos tiene que, lamentablemente, son gran mayoría. La lección ahí estuvo, dramática pero evidente, tocará al resto hacer su parte para el próximo 3 de junio de 2018, cuando los colores se vuelvan a poner en vilo en otra jornada electoral. Hasta entonces, tienen 261 días para equiparse.