Alianzas y acuerdos políticos: muy por encima del interés ciudadano (El canto de las sirenas)

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A los partidos y los candidatos no les importa en absoluto beneficiar al pueblo sino todo lo contrario, beneficiarse del pueblo a costa de la democracia

Los acuerdos y alianzas que pomposamente los políticos llaman “democráticas”, no son otra cosa que una suma de estrategias para consolidar su poder absoluto sobre un grupo de personas. Primero al interior de su partido o comuna o posteriormente ante la ciudadanía.

La alquimia de la política ha crecido y mutado al grado que se puede juntar elementos que anteriormente no se podía. El agua y al aceite ahora se convierte en alianza ciudadana con un frente que se lleva entre los pies a un México muy cansado.

Los candidatos autoimpuestos no obedecen a necesidades populares, sino a sus mezquinos intereses de poder, de dinero e incluso de destrucción.

Años con año, campaña tras campaña la mejor formula ha sido para mucho la división, sin embargo no sólo la división de su adversario, sino del propio electorado, del pueblo mismo que busca gobernar y a aquel que se le llama para estar con ellos o en contra.

Desde los ámbitos nacionales y estatales, hasta las regiones y los municipios, los candidatos buscar sumarse los mejores adeptos, aunque no sepan qué son o incluso aunque nunca les hayan parecido.

Enarbolan proyecto de nación como si se tratara de la panacea o como si ellos y sólo ellos tuvieran el don de poder remediar todos los males y quietar de tajo las enfermedades que ellos mismos han creado sólo para poder “destruirla” y cautivar al electorado, vendiéndoles ‘las perlas de la virgen’ y ofreciendo ‘espejitos’ al por mayor.

¿Se ha puesto a analizar a los candidatos de manera objetiva, sin remordimientos, sin sentimentalismos, sin tapujos? Vaya, tal como ellos nos tratan de convencer.

Analice a la persona, pero fuera de sus embestiduras de partido, de sus diplomas o logros obtenidos, sino por sus capacidades de resolver problemas, de unificar a las personas para buscar el bien común.

Deje a un lado si es guapo o guapa, si es gordo o flaco, si ha sido o no ha sido funcionario, gobernante o simplemente es un oportunista.

Si uno candidato llega y le dice que él va hacer tal o cual cosa. ¡No le crea! Créale a aquel que tenga la capacidad de lograrlo pero, sobre todo, de lograrlo con su ayuda. Que lo invite a participa del “cambio” y no a ser espectador de sus “magias”.

Si no existe ninguno que llene estos requisitos, entonces no siga creyendo que los políticos son Dioses y que usted es su más ferviente feligrés.

Crea que usted es parte de la solución y que debe participar en ella, sino mejor no se queje.

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