Aunque no se quiera aceptar, el marcado distanciamiento entre estado-municipio-legislativo ha traído consigo una serie de dificultades para poder impedir que crezca la delincuencia en este destino de playa
En los últimos meses hemos visto cómo los delitos del fuero común se han ido presentando con mayor frecuencia, escalando también el nivel de violencia con el que se perpetran, principalmente en lo que respecta a los robos en la mayor parte de sus modalidades, afectando la economía de los vallartenses pero, sobre todo, arrebatándole la tranquilidad y eso no se vale.
La creciente inseguridad
La semana pasada fuimos testigos, al menos a través de las redes sociales y posteriormente en los medios de comunicación, de cómo se llevaron a cabo dos asaltos a igual número de joyerías en la ciudad, donde dos grupos de ladrones irrumpieron en los establecimientos ubicados en dos puntos importantes del puerto, el malecón y la zona hotelera.
De inmediato las reacciones de los internautas se hicieron presentes, algunos manifestando su temor por los hechos, ya que hubo uso de armas de fuego que, por fortuna, no dejaron a civiles heridos.
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Las expresiones lanzaban serias acusaciones en contra de los policías, quienes evidentemente actuaron de manera tardía e ineficaz, pues de haber sido lo contrario, no se hubiera detenido sólo a tres de los presuntos ladrones, sino a todos.
Hubo quienes presumieron conocimiento en la materia e incluso se aventuraron a decir el clásico “yo hubiera …” y otros más no perdieron la oportunidad para despotricar en contra de los uniformados que debemos ser honesto, obedecen a las órdenes de sus superiores que en muchas ocasiones no son los más aptos, pues este tipo de cargos se dan más por compromiso, compadrazgo o por amistad que por capacidad.
La duda constante
Y es que en las últimas semanas se ha venido repitiendo la misma pregunta ¿qué está pasando en Puerto Vallarta? Me atrevería a señalar que los principales culpables de la inseguridad son los políticos y la falta de estrategia.
Aunque insistan en negarlo e incluso sonreír en las fotos, existe (o al menos hasta la semana pasada, antes de la salida de Arturo Dávalos Peña) una clara rivalidad entre el estado y el municipio, pues como es conocido, unos son priistas y otros emecistas y, máxime ahora que nos encontramos en tiempos electorales, la situación se ha acentuado.
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Habrá quienes dirán que no es cierto y tratarán de tildar de disparatados o irresponsables estos señalamientos, pero sólo pongamos las cosas sobre la mesa. ¿Por qué no se ha concretado el proyecto de instalación de las cámaras de seguridad en la ciudad? Mismas que tanto hubieran ayudado a detener a los ladrones de las joyerías. ¿Por qué existe falta de coordinación entre los policías municipales y estatales? ¿Por qué Arturo Dávalos amagó con sacar a la Fuerza Única de la ciudad si Aristóteles Sandoval no cumplía con la entrega de cámaras? ¿Por qué el gobernador no ha respondido? ¿Por qué siempre existen largas y largas en los temas en los que interviene Estado y Municipio? La respuesta es por la rivalidad entre políticogobernantes.
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Así mismo, la falta de coordinación entre el Municipio y los diputados, sobre todo del mismo partido, no ha dado como resultado un apoyo extraordinario o un trabajo conjunto que dé como resultado una opción para resolver los problemas.
Y es por ello que lo peor que se debe hacer en el tema de seguridad es politizarlo, tratar de sacar tajada (como dicen coloquialmente) y perjudicar al contrario y peor aún, nosotros como ciudadanía tomar parte de ella en lugar de decirle a nuestros gobernantes ¡basta ya!, dejen la política a un lado y pónganse a gobernar y a resolver los problemas.
El equipamiento de la policía municipal no ha sido suficiente para poder evitar el crecimiento de los delitos, principalmente el intento de arraigo de los ladrones en esta ciudad, ¿qué está faltando?
Por otro lado, la falta de una estrategia eficaz en materia de seguridad es también la responsable de que la inseguridad esté creciendo en Puerto Vallarta.
Sin una estrategia definida, mayor trabajo de prevención, fue como comenzaron ciudades como Tijuana, Matamoros, Ciudad de México, León, entre muchas más. Pues sin lugar a duda esos lugares también algún día fueron ‘pueblitos tranquilos’, pero como la delincuencia corroe y se aferra, ya una vez establecida en la ciudad, es difícil sacarla.
Estamos a tiempo, solo basta con reconocer que Puerto Vallarta ya no es aquel pueblito tranquilo, pues si no nos hemos dado cuenta, la ciudad ha crecido precipitadamente en años, sin planeación y sin prevención.
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Existen (existimos) muchas personas que hemos llegado a vivir aquí y otras más que sólo vienen de paso, pero no todos los maleantes vienen de fuera, pues también parte de la población oriunda ha crecido en una cultura de la inseguridad y la violencia, reflejada día a día en los medios de comunicación y replicada por millones en las redes sociales y esto, debe quedar claro, no es exclusivo de Puerto Vallarta sino del país entero.
Los niños y jóvenes, en su mayoría, crecen viendo que es “cool” ser delincuente, que es “chido” traer dinero y muchas mujeres y que el camino más fácil es delinquir. Y esto, es materia de prevención, la que ha fallado y faltado en Puerto Vallarta y donde debe participar no sólo el gobierno, sino también la sociedad, iniciativa privada, medios de comunicación, empresarios, vaya, todos los sectores que formamos parte de esta ciudad.
Aún hay tiempo
Es necesario hacer un alto, voltear hacia atrás, analizar qué se ha hecho bien y qué se ha hecho mal. Pero no sólo los gobernantes, sino también la ciudadanía, la cual debe participar y ver a la policía como parte de la sociedad, tener proximidad con ella y ella con nosotros, que exista respeto mutuo y no gritarle al uniformado durante una detención la trillada frase “así deberían ser fueran con los delincuentes y no los borrachitos y los jóvenes”, cuando beber, drogarse o alterar el orden público también está fuera de le ley. Y por su parte los agentes, no deben abusar sólo porque se porta un uniforme, una placa y un arma, se debe violentar los derechos humanos.
Debemos también preguntarnos ¿qué ha funcionado y qué no? ¿quiénes no han dado el ancho y quienes no? Una vez que hayamos respondido esas preguntas, ahora sí podremos caminar hacia adelante y retomaremos la seguridad, pero sobre todo la tranquilidad de Puerto Vallarta, antes de que sea muy tarde.