Mientras el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, se jacta de una postura de “abrazos, no balazos”, su similar en El Salvador, Nayib Bukele, prefiere la “mano dura” y castigos severos para quienes infrinjan la ley.
Para Bukele, el hecho de que una persona cometa algún crimen es motivo de estancias en centros penitenciarios donde se presenta hacinamiento extremo, detenciones masivas, violaciones en el debido proceso, falta de garantías y fallecimientos bajo custodia.
Los decesos de los sujetos apresados fueron resultado de lesiones graves y sistemáticas, además de torturas, detalló un informe realizado por la organización de los derechos humanos Cristosal.
Estas medidas impuestas en las cárceles salvadoreñas han sido blanco de críticas por parte de organizaciones de derechos humanos, pues se parecen a los campos de concentración y en palabras del jefe de justicia transicional de Cristosal, David Morales, para Radio France Internacional, las celdas con capacidad para 15 o 20 prisioneros cuentan con 100 o hasta 200 reos.
Andrés Manuel no está de acuerdo con esta postura y se ha distanciado antes de dichos acercamientos, pues su política de “abrazos, no balazos” se centra en el arreglo del problema desde la raíz, no tanto en la severidad del castigo como tal.
En palabras de AMLO, su postura se basa en combatir las causas de violencia: pobreza, desigualdad y falta de oportunidades para los jóvenes, pues “el ser humano no es malo por naturaleza”.
“Cada quien tiene su manera de atender los problemas de acuerdo con las circunstancias que presentan. Cada nación tiene su propia historia, nosotros tenemos que enfrentar otros problemas diferentes a los de El Salvador”, explica AMLO